“Para realizar innovación se requiere de científicos con una mirada amplia, que vayan más allá de los papers, con capacidad de conexión con el ámbito privado de manera de resolver problemas reales. Esto requiere profesionales con empatía, capacidad de liderazgo y sobre todo con una capacidad de estar en constante búsqueda de mejoras”.
Por Leda Guzmán Maluenda, Ph. D en Bioquímica y Biología Molecular, académica Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Suena casi un cliché decir que Chile debe dar un salto sustantivo en el desarrollo tecnológico e industrial para ganar el tiempo perdido en la diversificación de su economía. Durante los siglos XIX y mitad del siglo XX, hubo en nuestro país una floreciente industria manufacturera en el rubro textil. En el año 1965, la actividad industrial representó un 18 % de nuestra economía, donde el sector textil tuvo la capacidad de abastecer un 97 % de las necesidades internas. Otro ejemplo relevante fue el desarrollo de las industrias automotriz y electrónica hace 50 años aproximadamente. Lamentablemente, dichas industrias no lograron mantener su competitividad frente a productos importados provenientes del mercado asiático, lo cual llevó a que estas industrias agonizaran hasta su muerte.
Aunque es posible especular que la pérdida de competitividad en dichos casos pudo ser afectada por factores políticos, con la perspectiva del tiempo es posible señalar qué carencias en innovación fueron las verdaderas causas detrás de dicha decadencia en nuestra industria.
Pero ¿qué entendemos por innovación? Innovación es la capacidad de generar un proceso, producto o servicio nuevo o mejorado, que resuelva un problema o una necesidad. En ese sentido, debe señalarse que la necesidad no sólo puede provenir del cliente, sino que también puede tener su origen en la empresa misma; por ejemplo, la industria chilena de los años 70 decayó por ser incapaz de innovar en sistemas de producción, en el desarrollo de productos y en la expansión de su mercado.
A pesar de que nuestro país tiene la capacidad de hacer desarrollos tecnológicos mayores, sigue siendo esencialmente un exportador de commodities, principalmente cobre, con poca innovación aplicada para aumentar el valor agregado a sus productos y hacer más competitivos los procesos de fabricación.
Situaciones extremas como la actual pandemia de Covid-19 pueden golpear fuertemente a economías basadas en commodities. Esta debilidad genera muchas incertezas para el desarrollo del país; fortalecer mediante la innovación y el desarrollo industrial nuestro país debe ser tomado como un desafío prioritario para las nuevas generaciones de científicos. Un reto particularmente interesante es el desarrollo y fabricación de vacunas en nuestro país; la presente pandemia ha revelado cuán necesario y estratégico es contar con infraestructura y capital humano para enfrentar este desafío. Aunque es cierto que concretar el sueño de desarrollar una industria de vacunas nos llevará muchos años, es un desafío innovador que debe ser enfrentado desde ahora para no depender eternamente de soluciones importadas.
Este reto no le cabe solo al estado (el cual debe brindar las condiciones adecuadas), sino que, al mundo privado empresarial y obviamente a la universidades, las cuales deben tomar una posición de liderazgo no sólo en la formación de profesionales, sino que también en la acumulación de conocimiento y creación de tecnología que impacte en el desarrollo económico.
En relación al rol del Estado, durante la última década se ha impulsado la innovación a través de CORFO mediante una serie de fondos concursables e incentivos tributarios a las empresas para que desarrollen I +D+ i. Por otro lado, a través de CONICYT se ha promovido la contratación de personal altamente calificado en la empresa privada. Dichos programas han encontrado acogida en una serie de empresas, permitiendo poco a poco expandir el desarrollo tecnológico a nivel de la industria nacional.
Curiosamente, la participación de científicos en dicho desarrollo tecnológico parece ser uno de los eslabones débiles; la participación de científicos en emprendimientos destinados a generar valor y nuevos productos es menos amplia que lo aparente. Para realizar innovación se requiere de científicos con una mirada amplia, que vaya más allá de los papers, con capacidad de conexión con el ámbito privado de manera de resolver problemas reales. Esto requiere profesionales con empatía, capacidad de liderazgo y sobre todo con una capacidad de estar en constante búsqueda de mejoras. En mi visión, se requiere de profesionales con una mentalidad equivalente a la de un montañista, escala y escala hasta llegar a la cima sabiendo los riesgos, los costos y la necesidad permanente de contar con planes alternativos para lograr el objetivo; en eso consiste el espíritu emprendedor, el cual se ve reflejado en empresas que surgieron a partir del sueño de algunos visionarios.
Yo diría que una década atrás, para quienes nos gusta movernos en este ámbito de I+D+ i+ e, era una lucha constante el obtener fondos para implementar esas ideas visionarias. Te sientes que hablas otro idioma o que estás en otro planeta. Tus pares te miran como un bicho raro, te dicen por qué no postulas a fondos tipo Fondecyt, que esos son los únicos fondos para un científico, pero si miras fuera de Chile, la conexión entre Ciencia e Industria es abismante y es una de las razones por qué son países desarrollados, por qué se apoyan entre ellos, son interdisciplinarios. Todavía existe, por un lado, una desinformación sobre el desarrollo de algunas empresas en Chile y el rol de algunos científicos que tienen otra manera de hacer ciencia.
A pesar de todo, la innovación llegó para quedarse y ha puesto a las universidades en ese camino, es decir, tener un rol más activo y, por lo tanto, apoyar esa nueva ciencia que quiere ser parte del desarrollo económico del país, esa ciencia que desde lo básico apunta a resolver un problema particular o de la sociedad; por lo tanto, es una ciencia que se debe conectar con el mercado, justamente para darle un valor agregado a un producto y dejar de vender comodities.
Hoy se pueden hacer reales aportes en el ámbito de la agricultura, la cosmética, el laboratorio clínico y un sinnúmero de rubros; me alegro y veo con buenos ojos que ANID sintonice con el rol de la ciencia y su papel en la innovación. Pero en esta materia hay mucho por hacer y para ello es necesario ser visionario y arriesgarse a llegar a la cima de la montaña.